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La Era de Aries, se
personificó en el gran Avatar Moisés, y la Era de Piscis, se personificó en
Jesús el Cristo. En ambas ocasiones la jerarquía terrestre estuvo personificada
en Aarón y Juan el Bautista. De una u otra manera, los mismos personajes
retornan para asistir a la gran obra del devenir humano.
Es muy difícil
entender para el hombre de a pie, cómo en un preciso momento, la muerte de Jesús
puede activar el Sol o la muerte de Juan puede cambiar la faz de la Tierra, pero
solo entendiendo la cosmogonía sagrada se puede concebir que el macro esta
expresado en el micro.
Moisés utilizó el
signo prototipo de Aries; es decir, el carnero. La Pascua, máxima expresión de
su cultura convocaba a las familias en torno a la idea de la liberación del
yugo Egipcio. Aries, o el carnero sagrado define a Moisés y su época. El pueblo
elegido se tiene que enfrentar al arquetipo de la violencia permanente para
defenderse primero del Faraón y luego para conquistar en una pugna salvaje la
tierra prometida. Los primeros libros bíblicos nos presenta a un Líder
legislador y unificador de un pueblo para llevarlo a otra forma de vida. Pero
este plan se reviste de la violencia, la fuerza, el liderazgo y el poder que son
propios del signo de Aries. La Ley de esta época esta regida por el cuchillo y
por un Yaveh sanguinario.
Viene luego Jesús el
Cristo y con clara alusión a la época que había pasado, cita la legislación
mosaica para derribarla con esta máxima: "Habéis oído decir, ojo por ojo y
diente por diente, pero yo aún os digo más. Si tu enemigo te golpea en una
mejilla, pon la otra...". La Era de Piscis o la de los peces o la de los
pescadores expresa toda su doctrina en el lago de Palestina por personas
vinculadas al agua y por signos inequívocos que representan otro tiempo distinto
al del Carnero. La violencia y la fuerza de la Justicia están ahora sustituidas
por el amor y la dulzura.
Pero estos Avatares no
se quedan solo trabajando en un solo momento y para un solo pueblo, puesto que
sería una idea excesivamente tribal. Viajan, se encarnan y afloran cultura por
cultura, en cada tiempo y en cada lugar. Con esta idea fundamental, trataremos
ahora de seguir el rastro del espíritu de Moisés y de Aarón, encarnado, en otro
tiempo y en otras latitudes absolutamente distintas a las de Palestina.
Hacia el año 1400, se
crea en América del Norte la gran federación Iroquesa o la liga de las seis
naciones indias. Los pueblos Mohawk, Onondaga, Séneca, Oneida, Cayuga y
Tuscarora, se unen bajo el imperativo de la Ley, la cooperación y la paz. Pero
esta alianza no fué fácil, puesto que desde cientos de años antes, la rivalidad
entre dichas tribus era cruel y persistente. La violencia desatada de los clanes
de cada nación se tintaba de crueldad donde incluso el canibalismo hacía acto de
presencia. No solo se trataba de matar al enemigo, sino de humillarle aún
después de muerto. Ya desde el nacimiento los niños de las tribus vivían en la
animosidad de la venganza y los brujos y chamanes alimentaban este odio mediante
supersticiones y conjuros.
Dentro de este clima
nace un verdadero caudillo, apodado por muchos "El conciliador". Su nombre:
Deganawidah, es sin duda el mayor de los profetas y de los estrategas políticos
de América. Se trata de un ser predestinado ya desde la cuna para conseguir la
conciliación y la unificación de las tribus de Norte América.
Deganawidah habría
nacido en la provincia canadiense de Ontario, dentro de la tribu de los hurones.
La abuela y la madre de nuestro personaje vivían solas en las afueras de uno de
estos poblados hurones. No tenían parientes, puesto que las guerras tribales las
habían dejado marginadas y solas a su suerte. Dentro de esta extrema pobreza, la
abuela de Deganawidah se dio cuenta que su hija estaba embarazada. Montó en
cólera y maldijo tanto a la madre como al fruto de sus entrañas por no haber
seguido la tradición de la tribu y haberse casado con anterioridad. La hija
aseguraba por otra parte que no solo no había tenido relaciones con ningún
hombre, sino que estaba virgen. Lógicamente la madre no aceptaba tal situación y
llena de verguenza procuraba esconderse de sus convecinos. Un día la abuela de
Deganawidah tuvo un sueño esclarecedor en el que un mensajero divino le dijo que
su hija no había conocido varón alguno y que este ser que habría de nacer era de
origen celeste. Que se trataba de un caudillo que conciliaría a todas las
naciones indias y que sembraría el árbol de la paz entre todos los pueblos en
conflicto. También le dijo, que sería el causante de la desaparición de su
propio pueblo los Hurones.
Se alegró la abuela
por su hija, pero por otra parte al tener en cuenta que este niño nacido debía
ser la causa de la desaparición de su pueblo, tomaron entre ambas mujeres la
decisión de desprenderse del mismo una vez nacido. Llegado el tiempo del
alumbramiento en pleno invierno, tomaron al recién nacido y haciendo un boquete
en el hielo del arroyo que pasaba cerca del poblado le introdujeron dentro del
mismo para que muriera. Cual no sería su sorpresa cuando al día siguiente el
niño que habían intentado matar estaba reposando felizmente entre las dos
mujeres. Desesperadas por tal hecho, lo intentaron hasta tres veces y en igual
manera el niño retornaba al amanecer. Por fin se dieron cuenta que estaban ante
un niño especial mimado por los dioses y decidieron por tanto criarle y
prepararle para su destino futuro.
Poco a poco fue
creciendo Deganawidah (cuyo nombre significa "El que piensa") sin apego alguno
por la guerra y marginado de las apetencias del resto de los guerreros que se
afanaban en la violencia. Se trataba de un joven apuesto y reflexivo que tan
solo hablaba de ideas de paz y de conciliación entre los seres humanos. Su único
defecto era la forma de expresión, puesto que aunque brillante y claro en sus
concepciones filosóficas, tenía el defecto de la tartamudez.
Hasta aquí la primera
parte del nacimiento de nuestro héroe y su total paralelismo con Moisés. Por un
lado un nacimiento extraño, sin referencia al padre, por otro su connotación al
agua como vehículo de su supervivencia o de su muerte. Y además su clara
predestinación para el futuro.
El nacimiento de
Moisés se desconoce por completo y evidentemente la historia de la canastilla
flotando por las aguas, no solo no deja de ser una leyenda, sino que además esta
copiada del nacimiento idéntico del rey Sargón de Nínive. Y este a su vez esta
igualmente registrado en otro de los legendarios nacimientos de uno de los
emperadores chinos. Los más osados, dicen que Moisés en realidad era egipcio y
que su figura fue incorporada a la tradición judía por puro interés de dar a su
libertador una cuna legítima. Otros aseguran que con el cuento de la canastilla
sobre las aguas, se estaba encubriendo una inseminación genética realizada por
entidades superiores. Resulta asimismo curioso que Moises también era tartamudo
y que se valía de Aarón para comunicarse con el pueblo. Tan solo falta
incorporar al Aarón americano y efectivamente enseguida le haremos aparecer:
Cuando Deganawidah se
hizo mayor, dejó las tierra de los hurones y se marcho al Sur. Allí se encontró
con la tribu de los mohawks, donde predicó su filosofía de paz. También se
acercó a los onondagas con el mismo propósito. Aquellos pueblos estaban en una
tremenda y perpetua guerra sangrienta y le era dificil convencerlos de sus
planteamientos anti-bélicos.
Fué entonces cuando
encontró a un tremendo guerrero llamado Hiawata. Este pobre hombre había perdido
a su mujer y sus siete hijos a manos del sanguinario jefe de los onondagas.
Desde entonces se refugió en una cabaña en el monte y mataba y descuartizaba a
los viajeros que pasaban por sus alrededores y se los comía.
No tembló Deganawidah
ante Hiawata. Se subió a la chimenea de la choza cuando el caníbal procedía a
cocinar en una hoya los restos de una de sus víctimas. Vio Hiawata reflejado un
bello y sereno rostro en el agua del recipiente y se maravillo de su cambio de
imagen repentina. Se dio cuenta entonces que aquel rostro y aquellas actitudes
no se correspondían con su vida tan cruenta y decidió cambiar. Desde aquel
momento el mas tremendo de los guerreros, se puso a las ordenes de Deganawidah y
juntos comenzaron el peregrinar de la paz por las naciones indias. Las ideas
eran del visionario y excelente caudillo engendrado por los señores del cielo,
pero la palabra y la expresión fluida y sutil lo eran del servidor Hiawata. Se
podía decir entonces que uno era hijo de dioses y el otro el mejor y más
magnífico hijo de mujer parido en la tierra. Uno era el pensamiento y la
iluminación y el otro la expresión pura.
Los dos personajes
emprendieron la peregrinación por cada tribu, a cuyo efecto compusieron una
canción de paz que cantaban al entrar en cada aldea y que poco a poco se fue
haciendo popular en la boca de los niños y de los guerreros. Era la llave
vibracional de un sentimiento positivo que cada humano lleva dentro.
Llegó el turno de
adentrarse en el territorio mohawk y convencerles de lo rentable de la paz.
Contaban en este caso con el hecho de que la esposa de Hiawata había sido la
hija de uno de sus jefes y que a su vez gozaba de una gran popularidad como fiel
y noble guerrero de las causas justas.
Ante la tribu, Hiawata
expresó con un gran carisma lo que a su vez surgía del corazón de Deganawidah:
-"Mi hermano mayor ha sido enviado por el Gran Espíritu para que la paz y la
justicia imperen en todas las tribus y para convencer a los jefes para que sean
virtuosos y pacientes."
Los largos años de
guerra no habían llevado consigo más que dolor a la tribu y esta propuesta era
bien recibida, pero no sin recelo, puesto que aún aceptando esa idea, se
presumía que las otras tribus no aceptarían o en todo caso había recelo y
desconfianza de sus enemigos naturales.
Uno de los jefes
mohawk dijo, que si Deganawidah era un enviado del Gran Espíritu, debería dar
una prueba contundente de tal mandato. El Pacificador, aceptó el reto y propuso
una prueba contundente: Se trataba de subir a la copa más alta de un árbol a la
orilla del río Mohawk y de que este fuera talado. Aseguraba nuestro héroe, que
el Gran espíritu se salvaría de las aguas y superaría a la muerte.
Se procedió así y el
árbol con Deganawidah en la copa cayó estrepitosamente en el agua desapareciendo
éste sin que emergiera de nuevo a la superficie.
Todos los presentes se
convencieron que el Pacificador se había excedido en su mandato y con toda
seguridad habría muerto.
Al amanecer del día
siguiente unos guerreros vieron salir humo de una de las chozas vacías. Se
acercaron a la misma y vieron preparándose el desayuno con toda tranquilidad a
Deganawidah que había sido devuelto por las aguas sano y salvo.
Este milagro despejó
el camino de los jefes de las naciones indias, que poco a poco fueron
incorporándose a la Federación. Pero faltaba aún por incorporarse el temible
jefe Ododarhoh de los onondagas que al parecer estaba poseído de una tremenda
maldad. Serpientes de maldad y de crueldad giraban sobre sus cabezas y le
obligaban a cometer asesinatos y comerse a sus enemigos. Hiawatha temía que el
acercamiento a este jefe terminara en tragedia, pero una vez más El Pacificador
le inspiró confianza y se encaminó a la tienda del mismo. Una vez ante la
puerta, Deganawidah entonó una canción de paz con toda la fuerza de su espíritu.
Era tal la vibración que emitía con su palabra, que poco a poco el pueblo se
llenó de paz, al igual que Ododarhoh que seducido por estas notas salió como un
corderito de su tienda y se quedo expectante ante el enviado del Gran Espíritu.
El Pacificador le puso las manos encima y el meleficio del jefe de los Onondaga
quedo purificado de sus serpientes de maldad, volviéndose dócil y comprensivo
con todos. Bastó este milagro para que toda la tribu se convirtiera
irreductiblemente a la Liga de las Naciones Indias. El pacificador, nombró a
Ododarhoh el "Guardian del Fuego", que para la federación viene a ser algo así
como el presidente del Senado de los Estados Unidos y comenzó a funcionar uno de
los modelos democráticos asamblearios más puros que contemplará la Nación
Americana y del que se valió Franklin para inspirar la fundación de la Carta
Magna de lo que posteriormente fueran los Estados Unidos de América.
En la ceremonia de
aniversario de la Federación el profeta se refirió al futuro y rodeado de muchos
nativos dijo lo siguiente:
"Soy Deganawidah y con
los gobernantes de las cinco naciones federadas plantaré el árbol de la Gran
Paz. Lo planto en el territorio de Ododarhoh y la nación Onondaga, en el
territorio de los que son guardianes del fuego.
Llamaré a este árbol
el Arbol de las Grandes Hojas. A la sombra de este Arbol de la Gran Paz
esparcimos las suaves y blancas plumas del cardo que reservamos como trono para
vosotros, Ododarhoh y vuestros iguales. Allí os sentareis para guardar el fuego
del consejo de la federación de las Cinco Naciones......Yo, Deganawidah, y
los gobernantes federados ahora arrancaremos el pino más alto y en el hoyo
arrojaremos todas las armas de guerra. En las profundidades de la tierra, en las
profundas corrientes subterráneas que fluyen por regiones desconocidas,
arrojaremos todas las armas. De esta manera se establecerá la Gran Paz y las
Cinco Naciones no conocerán más la hostilidad.".
Esta liga no solo fue
perfecta en su realización, sino que se adelantó a nuestro tiempo, haciendo que
la mujer estuviera con voz y voto en los Consejos. Incluso ideó un plan aún más
integrador por el cual, se podía adoptar a los cautivos para reemplazar a los
seres caídos en la guerra. De esta manera conseguía unificar racialmente a todas
las tribus.
Una vez cumplida su
misión y con tan solo veintitrés años, Deganawidah desapareció en una canoa de
piedra blanca rumbo al Oeste. Nadie sabe por tanto dónde o cómo murió y ni
siquiera si murió. Y en este punto debemos hacer mención a la desaparición
misteriosa en el agua de Quetchalcoalt y con el mismo misterio y arcano la
desaparición de Moisés, al que nadie vió morir y del que jamás se encontró la
tumba. Recuérdese a su vez, que más de mil años después de la desaparición de
Moisés, Jesucristo vio vivos en el monte Tabor a Moisés y Elijah en todo su
esplendor aéreo.
Respecto de los
hurones, la historia recoge el hecho del pacto que establecieron con los
franceses de Samuel de Champlain y la guerra que entablaron con los iroqueses.
La utilización de las armas de fuego de los europeos aterrorizó a los aliados de
las Naciones Iroquesas y fueron derrotados, pero al entrar los holandeses en el
territorio y dotar a los iroqueses de armas de fuego a cambio de pieles hizo que
hacia 1649 se convirtiera en profético el sueño de la abuela de Deganawidah,
puesto que más de mil guerreros iroqueses con más de cuatrocientas armas de
fuego atacaron al poblado de los hurones y exterminaron a casi todos haciendo
una gran cantidad de prisioneros a los que ofrecieron la adopción o la muerte.
De esta manera los hurones desaparecieron del marco de las Naciones Indias
haciendo realidad el sueño de la abuela.
Los indios americanos
representan y encarnan mejor que nadie el amor a la Tierra y los ritmos
naturales de la misma. Desde el punto de vista de la lógica astral, el ser
humano es la cúspide de una pirámide evolutiva que dirige e interacciona todo el
reino inferior a él. Así pues, si ponemos en la base a la tierra, a los
microorganismos, a los animales, las plantas y los seres vivos donde se mueve
el ser humano. Las acciones, pensamientos y ritmos de éste, repercuten
decisivamente sobre los otros y al revés también se da el mismo fenómeno de
interacción. Mi pensamiento negativo influye sobre el entorno biológico y
bioenergético donde me muevo. De una u otra manera se podría decir que yo soy el
alquimista del lugar donde vivo, pudiendo hacer una tierra feliz y próspera o un
caos. Si todos los seres siguieran la Ley evolutiva natural el planeta se
volvería un paraíso. Hay seres que con su evolución superior jerarquizan y
alquimizan no un metro cuadrado sino más terreno, incluso hay seres que
trabajan sobre una nación o sobre un continente, asi pues Juan encarna la
jerarquía del Señor de la Tierra entera y Jesús encarna el valor de todo el
sistema Solar. Si ellos mueren, también cambia o se modifica su ámbito de
jerarquía. Esto aunque parezca complicado e incluso estúpido es absolutamente
cierto, pero solo se comprenderá cuando el amor del hombre por la naturaleza sea
real y consciente.
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